Normalmente hablamos de la inteligencia, la arquitectura, la belicosidad o incluso de la gastronomía de Roma. El Museo Arqueológico de Murcia se ha planteado la siguiente cuestión: ¿Por qué no hablar de los hábitos sexuales de los romanos? Con la intención de contestar esta pregunta, la exposición recoge numerosas obras con la colaboración del resto de museos nacionales: Museo Nacional de Mérida, Museo Arqueológico de Madrid, Museo Arqueológico de Tarragona, etc. Estas aportaciones han permitido “ofrecer un conjunto inigualable con algunas piezas nunca antes expuestas al público", según afirma Enrique Ujaldón (Director general de Bellas Artes y Bienes Culturales). Todo ello con la intención de mostrar ante el público “aspectos íntimos y menos conocidos de la época romana”. Una exposición para acercarse al mundo romano sin tener que acudir a la ficción.
Secciones
La exposición se divide en tres secciones. En la primera, denominada “Sexo y fecundidad: a la espera de Roma”, podremos ver la concepción del sexo en la cultura prerománica ibera a través de piezas realmente arcaicas. Los romanos llegaron, hicieron el sexo y lo cambiaron todo, bajo una reinterpretación del “veni, vidi, vinci”. Los iberos, gentes de fuerte ortodoxia vital, seguían concibiendo el acto sexual como la acción reproductora salvaguarda de su estirpe. Los ritos para asegurar la fecundidad de la tierra, el ganado y los seres humanos era muy comunes en la época primaveral. El futuro generacional de los iberos quedaba en manos de la voluntad de la diosa Astarté. Podremos ver obras de gran valor, sin ocultismos.
Sexo y erotismo: Roma en Hispania
Obras mas relevantes
Ara de las Ménades. Museo Nacional de Mérida
Masturbador de Porcuna. Museo de Jaén
Pintura mural con un falo eyaculando. Museo de Murcia
Figuras de bronce con exvotos desnudos. Museo Arqueológico Nacional
En el siglo I d.c gobernaba en Roma el emperador Claudio, el cuarto gobernante de la familia Julio-Claudia. Tras su dos matrimonios anteriores, el emperador se casó con Valeria Mesalina. Cuenta el mito de esta mujer que su mayor característica era su promiscuidad y su ninfomanía. La historia, narrada por el poeta Décimo J. Juvenal, cuenta el relato de una curiosa competición.
Muerte Messalina.
Llegada la noche, tras hacer gritar de placer a 25 hombres, la prostituta Escila se rindió. Dice la leyenda que la emperatriz superó la cifra llegando a satisfacer a 70 romanos. La fulana de Sicilia tan sólo pudo decir: “Esta infeliz tiene las entrañas de acero”. Su desfachatez llegó al punto de casarse con uno de sus amantes, el cónsul Cayo Silio. Los rumores de conspiración contra el emperador pusieron a Claudio en alerta, a raíz de la información aportada por su liberto Narciso. Como solía ocurrir en la Roma imperial, los errores y los rumores eran pasados a cuchillo. Messalina y su amante murieron decapitados por órdenes de Claudio. Una “historia de cuernos y venganza” de hace 20 siglos. Los sentimientos son atemporales.
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